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DOMINGO Vº DE PASCUA, 10 DE mAYO DE 2020

«No perdáis la calma…en la casa de mi Padre hay muchas estancias».


La Iglesia es Pueblo de Dios en marcha hasta la plenitud del Reino.
Guiada por el Espíritu crece hacia dentro y hacia fuera. Surgen instituciones como la Diaconía (1ª lectura). La Fe surge por la predicación apostólica del Kérigma: «Jesús es el Señor…en su nombre se nos perdonan los pecados». Desde sus comienzos, la Iglesia se siente urgida, entonces y hoy, a proclamar la Buena Noticia y a organizar la atención a los pobres para aproximarse a ese ideal del Reino: «nadie pasaba necesidad» en la comunidad.

El Templo antiguo, construído con piedras frías, da paso a un Templo vivo, el Cuerpo de Cristo, que prolonga su construcción con los bautizados. Nos une la fe en la Palabra de Cristo predicada; así se ensambla la construcción y «entramos en su luz maravillosa» (2ª lectura).

La Alegría es fruto del Espíritu que nos habita y nos edifica; la comunidad aclama al Señor con instrumentos: «que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti» (Salmo 32).

Jesús se despide de sus discípulos utilizando muchos argumentos: me voy, pero volveré…me voy, pero os llevaré conmigo…me voy, pero me quedo. La Palabra que más repite es PADRE: voy al Padre; yo estoy en el Padre y el Padre está en mí; os falta luz para ver al Padre y conocerme a Mí; «yo soy el camino, la verdad y la vida».(Evangelio).

La Iglesia primitiva creció sin la presencia física de Jesús, pero con su compañía espiritual: «yo estaré con vosotros hasta el fin del mundo»; no faltó tampoco su Abogado protector, el Espíritu Santo. Somos la comunidad de Jesús si nos relacionamos y nos desvivimos unos por otros; somos Comunidad de Jesús porque somos amados y amamos.
Es la cumbre a la que nos impulsa el Espíritu que el Señor Resucitado alienta en nosotros para que superemos la basura de los egoísmos y nazcamos a Vida Resucitada.

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